Año: 2016
País: Chile, Francia & EE.UU.
Dirección: Pablo Larraín
Guion: Noah Oppenheim
Producción: Darren Aronofsky, Pascal Caucheteux, Scott Franklin, Ari Handel, Juan de Dios Larraín & Mickey Liddell
Fotografía: Stéphane Fontaine
Montaje: Sebastián Sepúlveda
Música: Mica Levi
Diseño de producción: Jean Rabasse
Dirección artística: Halina Gebarowicz, Mathieu Junot & Emmanuel Prévot
Decorados: Véronique Melery
Vestuario: Madeline Fontaine
Reparto: Natalie Portman, Peter Sarsgaard, Greta Gerwig, Billy Cudrup, John Hurt, Richard E. Grant, Caspar Phillipson, Beth Grant, John Carroll Lynch, Max Casella, Sara Verhagen, Hélène Kuhn, Deborah Findlay, Corey Johnson, Aidan O’Hare, Ralph Brown, David Caves, Penny Downie, Georgie Glen, Julie Judd, Peter Hudson, John Paval, Bill Dunn, Vivienne Vernes, Yann Bean, Ken Starcevic, Craig Sechler, Rebecca Compton, Bryan Ashby, David DeBoy, Stéphane Höhn, Serge Onteniente, Sunnie Pelant, Aiden Weinberg, Brody Weinberg, Roland Pidoux, Antoine De la Morinière, Gérard Pierrot, Ian McCleary, Justin Schweiger, Emmanuel Herault, William Beaux d’Albenas, Nicolas Guigou, David Friszman, Chloé Berthier, Eric Soubelet, Gaspard Koenig, Mathilde Ripley, Barbara Foloit, Albain Venzo, Frédérique Adler, Patrick Hamel…
Uno de los grandes personajes que no ya desconocidos, pero que sí han permanecido en la sombra para el mundo es Jacqueline Kennedy. La que fuera la 37ª Primera Dama de los Estados Unidos. La viuda de América. Pero lo primer pensamiento que me invade viendo la película de Pablo Larraín es si realmente era este el momento para hacer una película como esta. Está bien recordar que no fue ella la primera esposa de un presidente que se queda viuda mientras su marido ejerce su mandato. Que hubo otras antes, que ni tienen película ellas, ni en algunos casos sus propios maridos. Está muy bien la reivindicación del papel de la mujer detrás del que se supone es el hombre más poderoso del mundo, proporcionar las claves que hicieron de ella el icono en el que termina convirtiéndose, dejando claro que no fue una mujer florero y que sabía más de lo que decía, aunque callaba. Pero de ahí a convertirla en un mártir hay un breve trecho.
Quizás sea que, después de la deconstrucción de Pablo Neruda, no esperaba tanta condescendencia con un personaje que, al fin y al cabo, le toca mucho menos en lo personal al cineasta chileno. Quizás me haya pillado desprevenido la convencional banda sonora de Mica Levi, que no me esperaba en absoluto y que en algunos momentos parece pretender orientar el sentimiento del espectador hacia la misma condescendencia con la que Larraín muestra a su protagonista. Quizás sea que me acuerdo de la actual Primera Dama y su marido y pienso que después de más de medio siglo del asesinato de Kennedy, hemos vuelto al mismo punto, y no soy capaz de crear la empatía que es posible habría conseguido de haber visto la película recién elegido Barack Obama.
A pesar de mis reparos, no puedo dejar de resaltar ciertos aspectos de Jackie, como el acierto en vincular el programa de televisión que la diera a conocer a los estadounidenses, The tour of the White House with Mrs. John F. Kennedy, con el tour que la convertiría en la viuda de América, y resaltar la impresión que le produce la habitación de los Lincoln, como una premonición de que su matrimonio iba a terminar de la misma manera. Asimismo, prodigioso es el emotivo retrato que Natalie Portman hace de Jaqueline Kennedy, a través del que consigue transmitir las contradicciones de una persona sencilla, pero cultivada, que, sin comerlo ni beberlo, llegó a convertirse en lo más parecido a una reina en un país donde este tipo de sueños sólo se pueden alcanzar realmente a través de una película o de un musical como Camelot, como Jackie.
El círculo vicioso de Jackeltuerto 