120 pulsaciones por minuto (120 battements par minute, Robin Campillo, 2017, Francia)

«120 pulsaciones por minuto»: la reivindicación como una fiesta, la vida como el único objetivo

Cartel de 120 pulsaciones por minuto (120 battements par minute, Robin Campillo, 2017, Francia)
Cartel de 120 pulsaciones por minuto (120 battements par minute, Robin Campillo, 2017, Francia)

Título original: 120 battements par minute
Año: 2017
País: Francia
Dirección: Robin Campillo
Guion: Robin Campillo & Philippe Mangeot
Producción: Hughes Charbonneau & Marie-Ange Luciani
Cinematografía: Jeanne Lapoirie
Montaje: Robin Campillo, Stephanie LEger & Anita Roth
Música: Arnaud Rebotini
Decorados: Hélène Rey
Vestuario: Isabelle Pannetier
Reparto: Nahuel Pérez Buscayart, Arnaud Valois, Adèle Haenel, Antoine Reinartz, Félix Maritaud, Mádhi Touré, Aloïse Sauvage, Simon Bogade, Catherina Vinatier, Saadia Bentaïeb, Ariel Borenstein, Théophile Ray, Simon Guélat, Jean-François Auguste, Coraline Russier, Samuel Churin, Yves Hack, Emmanuel Ménard, François Rabette, Caroline Piette, Naëlle Dariya, Pascal Tantot, Mehdi Rahim-Silvioli, Julien Harbin, Sabrina Aliane, Marco Horanieh, Bachir Saïfi, Kevin Dez, Emmanuel Pierre, Cécile Dominjon, Julien Kurtz, Pauline Guimard, Vincent Vasseur, Iwan Lambert, Jean-Christophe Brétignière, Mathieu Barthel, Sarah Teper, Edéa Darcque, Aurore Corominas, David Aboucaya, Jérôme Clément-Wilz, Jean-Damien Détouillon, Camille Garnier, Valentin Villatte, Anatole Jordan, Eric Paradisi, Mathieu Tune, Jean-Noël Martin, Cédric Derlyn, Emmanuel Dehaene, Karine Dogliani, Rami Kabteni, Christophe Truchi, Simon Gourmelin, Aline Chaud, Cyril Patoux, Laurent Cotillard, Cédric Villain, Erwan Codevelle, Marc Raffray, Frank Guérin, Thibault Corchon, Lucas Caudron, Bastien Larribau…

¿Dónde estabas a principios de los años 90? Yo estaba en Madrid, comenzaba mi etapa como relaciones públicas en garitos nocturnos. Recuerdo que en aquellos tiempos un amigo seropositivo fallecía prematura y lamentablemente al estar convencido de que podía controlar la enfermedad con su fuerza de voluntad, mientras que otro sin siquiera habernos dicho que la padecía por miedo al rechazo y un tercero decidía cortar la relación que mantenía con su novio ante la posibilidad de que la saliva pudiera ser otro de los medios de transmisión del sida, como se especulaba en aquel entonces. Casi treinta años después, este último sigue viviendo con el sida.

La desconfianza y la desinformación de aquellos días contrasta con la tranquilidad actual, en la que un portador de VIH puede incluso mantener relaciones sin protección sin el riesgo de contagio, siempre que controle su estado serológico y con el conveniente consentimiento de su amante. No podemos afirmar que un enfermo de sida o portador del VIH esté libre de discriminación en la actualidad, pero nada tiene que ver el estigma hoy en día de cuando todo eran dudas y sospechas. Esa misma época en la que se desarrolla la emocionante película de Robin Campillo, quien se inspira en sus propias experiencias con ACT UP, junto a las de su guionista, Philippe Mangeot, para dotar de una rabiosa veracidad a un relato tan potente como sus protagonistas, sin llegar siquiera a omitir las contradicciones de un colectivo que los más reaccionarios calificarán de frívolo, siendo simplemente desinhibido y alejado de las convenciones sociales que tanto prejuicio les han causado por la manera en la que se enfrenta a tan dramáticas situaciones, cuando lo que realmente demuestran no es otra cosa que su portentosa capacidad de resiliencia.

De la misma manera que enlaza los movimientos aleatorios de las partículas del aire con la manera en la que se contagian nuestras células, Campillo sabe trasladar su relato desde el grupo hasta el individuo, pasando de la reivindicación colectiva a la decadencia personal sin que su relato pierda por ello un ápice de fuerza y energía. Al contrario, gana prodigiosa y progresivamente en emoción al conseguir transmitir la rabia de unos personajes que no se resisten a ser condenados, que no renuncian a nada, que apuran hasta el límite con el único objetivo de sentir, de explorar, de experimentar cualquier cosa antes de compadecerse de sí mismos. Agotando el tiempo, la energía y el aire que comparten con el resto de las personas. Ese aire repleto de partículas que todos podemos aspirar, porque nunca podemos estar seguros de estar exentos de contagiarnos de las ganas de vivir.

2 comentarios en “«120 pulsaciones por minuto»: la reivindicación como una fiesta, la vida como el único objetivo

  1. ¡Tiene muy buena pinta! Además, estoy estudiando ahora en Francia y me viene muy bien ver películas en francés… Muchas gracias por la recomendación, siempre es un placer regresar por aquí.
    ¡Un abrazo!

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